Ferrocarril Central Andino: el tren de las alturas



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El Ferrocarril Central ofrece al viajero uno de los escenarios naturales más impresionantes del Perú. Un recorrido que todos, alguna vez en nuestras vidas, debemos realizar.

Desde la estación de Desamparados en el Centro de Lima y bajo una incesante llovizna matinal, el Ferrocarril Central Andino inicia su largo y sinuoso camino a la ciudad incontrastable de Huancayo. Cientos de turistas, locales y extranjeros, van llenando de a pocos los vagones decorados con motivos wankas. Fotos van, fotos vienen, y la llamada del tren llega. Son las 7.00 am y es momento de partir.



La selva de cemento que se pierde entre la poco agradable salida de Lima va tornándose verde a cada metro que el tren recorre. Las bravatas del clima ribereño van dando lugar a los primeros e incipientes rayos solares mientras nos acercamos a Chosica y su privilegiado clima junto a una constante que nos acompañará a lo largo del viaje: la gente y sus efusivos saludos mientras contemplan maravillados la presencia del tren.

El Ferrocarril Central Andino puede considerarse una de las líneas férreas más especiales del mundo, dados los aspectos técnicos de su construcción así como por los imponentes paisajes que acompañan la ruta. Fue durante muchos años la vía más alta del mundo, solo superada recientemente por el Ferrocarril Qinghai–Tíbet que llega a los 5.072 m.s.n.m.

Cuenta además con 58 puentes -6 de los cuales son considerados como altos- 69 túneles, 6 zigzags y una gradiente de 4.7%, lo cual en buen romance, resulta ser una locura ferroviaria y un verdadero reto de ingeniería que inició en 1851, cuándo el ingeniero polaco Ernest Malinowski propuso al gobierno extender la línea férrea que unía Lima y Callao hasta la ciudad de Jauja para así poder aprovechar los recursos minerales de la sierra central del Perú.



Cerca de las 9.30 am llegó una de las primeras sorpresas del día. Dos jóvenes danzantes irrumpieron el vagón mirador con un show de marinera que encandiló a los presentes quienes ciertamente no esperaban dicha clase de atenciones por parte del staff del Ferrocarril Central bajo la atenta mirada de los agentes de la Dirección de Seguridad Ferroviaria.

La primera escala de la ruta llegó en la estación Matucana, a 2390 m.s.n.m., -tercera a decir verdad, si contamos con una pequeña parada en Chosica y el cambio de lugar de la locomotora en San Bartolomé- donde por 30 minutos los pasajeros aprovecharon para estirar las piernas y pasear por el lugar mientras una locomotora más pequeña tomaba el lugar de la que nos trasladó hasta dicho lugar.

El largo ascenso continuaba, mientras la geografía volvía a cambiar, dando paso a los intimidantes precipicios. Los innumerables puentes, zigzags y túneles que demarcan la ruta se vuelven recurrentes mientras que el oxígeno empieza a escasear. Sin embargo, todo precio parece pequeño al interior del vagón mirador ubicado junto al bar, desde donde se puede apreciar uno de los landscapes más imponentes que ofrece el Perú: el ascenso a la sierra central.

Cerca de las 3 de la tarde el tren arribó al túnel de Galera, ubicado a 4.781 m.s.n.m., coronando el punto más alto del viaje. El gélido viento de la puna no fue impedimento para que varios turistas aprecien la majestuosidad de los Andes peruanos desde la intemperie del vagón mirador. El descenso hacia la ciudad de Huancayo llega con una mejora general en la salud de los afectados por el soroche, lo que se ve reflejado inmediatamente en la afluencia al bar. Entre pisco sours, coca sours y cervezas, los pasajeros disfrutaban el paisaje que iba cambiando en su morfología.

La llegada a La Oroya, capital metalúrgica del Perú –y una de las urbes más contaminadas del mundo- fue animada por el segundo número musical de la jornada: el Huaylash moderno, danza original de las tierras bajas del valle del Mantaro, mientras el tren recorría aquel descolorido pueblo azorado por décadas de minería irresponsable.

De Lima a Huancayo en el Ferrocarril Central Andino

El camino entre La Oroya y Jauja constituye quizás la parte más hermosa del recorrido: la bienvenida al valle del Mantaro bajo un atardecer multicolor. Las luces del valle empezaron a apagarse cerca a las 6.15 pm.

Muy cerca de Matahuasi, el viaje fue coronado por la presentación de una hora loca que calentó la fría noche wanka, donde los turistas locales y extranjeros se mezclaron en una curiosa simbiosis, trencito incluido.

El tren, finalmente, arribó a la ciudad de Huancayo a las 7.30 pm, tras doce horas y media de viaje. Doce horas y media llena de belleza, color e historia. Un recorrido de una vez en la vida que todo peruano debería realizar y que culminó con una recepción en la estación central de Huancayo con orquesta típica de la zona incluída.

DATO

Para mayor información visita la web oficial del Ferrocarril Central.



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